Imagina que tu mente es un antiguo transistor. Escuchas a veces emisoras que te hablan con dureza: “Eres un desastre”, “nunca cambiarás”. Cuando sintonizas con esos programas te pones tenso y te haces pequeño, te baja la autoestima y te ves inseguro.
En otra onda puedes dar con programas que empiezan diciendo “y si…” (y en los puntos suspensivos se escuchan frases como “este lunar es un cáncer”, o “en el viaje tenemos un accidente”, o “me quedo en la ruina”. Escuchando esta cadena crece el temor dentro de ti, el miedo secuestra tu voluntad, te vuelves un virtuoso en las estrategias de escapismo.
En otro punto del dial escuchas tal vez programas de lamento, voces que se quejan de dolor e insatisfacción. Al escucharlos solo queda paralizarte y llorar.
Y así seguiría enumerando emisoras de mensajes destructivos, ruidos que no merecen tu atención y menos aún tu credibilidad.
Pero esta visualización del modelo de la radio como metáfora de nuestros pensamientos, encierra una enseñanza positiva. ¿Podrías imaginarte que es tu Self (tu Yo esencial, lo que también podemos llamar tu consciencia), el que rastrea el dial?
El Self va saltándose esos canales ruidosos y busca una cadena que emita un programas que hablen de “autocompasión”, “autocuidado”, “autoestima”, o “autovalidación”… La voz de los locutores suena suave, parecida a la de una madre o un padre amoroso, seguramente es tu misma voz en su registro más dulce.
La buena noticia es que desde la consciencia, suene lo que suene en la radio de los pensamientos, puedes cambiar de cadena hasta encontrar la que te haga sentirte seguro y estable.
Y con la práctica, ¡hasta serás capaz de apagar la radio y quedarte en silencio!